
Actualmente, muchos autores y educadores coinciden en que el assessment en los escenarios educativos consiste en una práctica metodológica basada en la recolección planificada de información acerca del aprendizaje obtenido por el estudiante en la sala de clases o en su programa académico. Los usos del assessment realizados en los ambientes de aprendizaje, presenciales o virtuales, deben centrarse en aportar información confiable, útil y oportuna para conocer hasta qué punto los estudiantes están alcanzando los aprendizajes esperados a nivel instruccional o del programa académico. Estos deben dirigir la toma de decisiones para modificar e implementar acciones que mejoren los procesos de aprendizaje y enseñanza, documentar el proceso de aprendizaje de los estudiantes y hacer del proceso de assessment uno transparente y justo. Los resultados e interpretaciones que se llevan a cabo a partir del análisis de los datos recopilados durante el proceso de assessment son útiles para las partes interesadas, tales como estudiantes, otros docentes, autoridades educativas, y padres de familia, entre otros. De acuerdo con la literatura consultada, los resultados del assessment cumplen dos funciones: una social y una pedagógica. La función social se refiere a los aspectos de selección, promoción, retención, certificación y rendición de cuentas. Por otra parte, la función pedagógica se refiere a la mejora de los aspectos y procesos metodológicos de la enseñanza y el aprendizaje. Así también, puede brindarse al estudiante retroalimentación, que para que sea efectiva, debe ser inmediata, proporcionar evidencias y aportarle instrucciones claras para mejorar su aprendizaje. Esto los estimula a reflexionar y responder a las sugerencias recibidas, a reconocer lo que ya saben y qué hacer para seguir avanzando en su preparación académica. Por ejemplo, el docente puede recomendar materiales de consulta, actividades complementarias, ejercicios fuera de clase y hábitos de estudio, entre otros.
En el escenario de la sala de clases, el assessment planificado y continuo del aprendizaje permite a los docentes medir la eficacia de su enseñanza al vincular el desempeño de los estudiantes con objetivos de aprendizaje trazados en sus lecciones diarias. Como resultado, estos pueden identificar e institucionalizar estrategias o prácticas de enseñanza efectivas y revisar o descartar aquellas que son ineficaces en su metodología pedagógica. Dicho assessment tiene utilidad y significado si el docente tiene una actitud abierta y positiva en lo relacionado con la verificación, corrección y mejoramiento del aprendizaje de los estudiantes. Por tal razón, debe prestar especial atención en la dirección y precisión de todos los eventos implicados en el proceso de assessment para poder ofrecer al estudiante una comunicación efectiva. Se debe discutir el instrumento de assessment con sus estudiantes, de este modo evitará que el proceso de evaluación genere ansiedad innecesaria y pueda afectar su desempeño académico. Cabe señalar que los resultados del assessment no deben solamente centrarse en el estudiante y en su proceso de aprendizaje, sino que también se deben utilizar para reflexionar acerca del proceso de enseñanza que conduce el docente. Con esta reflexión se persigue modificar la planificación, ajustes en el tiempo lectivo que se dedica a los contenidos curriculares para adaptar la enseñanza a las necesidades del estudiante, seleccionar estrategias innovadoras, implementar actividades educativas para reforzar el aprendizaje, así como sugerir recursos y materiales educativos de apoyo para el aprendizaje, entre otros.
De la revisión de literatura realizada, se desprende que la educación en la modernidad presenta un estado de crisis y de grandes retos, en diferentes ámbitos y escenarios. Tanto docentes como estudiantes experimentan frustración en sus expectativas de aprendizaje y metas académicas. El estudiante piensa que nada de lo que aprende es relevante, estable y tiene utilidad. Muchos educadores piensan que la educación continúa apoyándose en concepciones o paradigmas que son obsoletos para la sociedad actual, la cual está matizada por la globalización, la informática y las telecomunicaciones. El mundo globalizado exige a las personas estar en constante transformación de sus conocimientos y competencias, o sea, continuar aprendiendo a través de toda la vida (educación permanente), más allá de una graduación universitaria. Los conocimientos se generan de modo acelerado debido a los avances científicos y tecnológicos, lo que provoca en muchas ocasiones la obsolescencia de sus competencias académicas. Este es un hecho que se puede constatar a diario en el mundo cibernético, donde la información cambia y se actualiza vertiginosa y exponencialmente segundo a segundo. Consistente con la actualización de los conocimientos, surge un nuevo paradigma en la educación que sigue los lineamientos del assessment.
Este nuevo paradigma plantea que el énfasis debe estar en el aprendizaje, y no en la enseñanza, y reformula el rol del estudiante como un ente activo en la construcción de su aprendizaje y el rol del docente como un facilitador que crea el escenario propicio para que este ocurra mediante una interacción sinergética entre ambos como protagonistas y autores del proceso.
No cabe duda de que las instituciones educativas deben hacerse pertinentes y viables ante los retos que impone la sociedad actual. Para ello, tienen que cimentar sus decisiones y acciones en una cultura de assessment y de investigación fundamentada en evidencia válida y confiable. El assessment no solo permite determinar el nivel de la calidad de la enseñanza que reciben los estudiantes, sino también la calidad de todos los servicios que apoyan la gestión educativa, sean estos académicos o administrativos. Además, permite a la institución cumplir de forma responsable con su función social y con su rendición de cuentas.
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