La empatía es la percepción que tenemos sobre una persona con relación a lo que piensa, siente o hace considerando las emociones, necesidades y problemas para poder entender que es lo que sucede que origina sus reacciones, lo que piensa y lo que siente. Así lo define Rivero Guzmán en su artículo Empatía, el arte de entender a los demás (2019). Cuando al sentirnos abatidos por alguna situación la compartimos con alguien que nos atiende y se coloca en nuestro lugar ciertamente estamos hablando de una persona con una capacidad empática de conectarse con la necesidad del otro.
Todo este proceso de conexión con la otra persona tiene una explicación desde el punto de vista neurobiológico. En su artículo, Mariana López, Vanessa Arán Filippetti y María Cristina Richaud (2014) nos plantean que la empatía es un proceso de percepción y acción. Esto significa que la percepción del comportamiento de otra persona activa en el que observa respuestas autonómicas y somáticas que crean una experiencia emocional en el observador que concuerda con la del observado. Sin embargo, esto depende de la sensibilidad de la persona que observa y se conecta con la persona identificada. El hecho de captar alguna emoción mediante el lenguaje no verbal hace posible este encuentro, esta cercanía. Por otro lado, Irene Fernández-Pinto, Belén López-Pérez y María Márquez (2008) nos comentan que la empatía es una emoción que tienen que ver con la disposición interna y que no depende tanto del sujeto sino de las características que una situación provoque o propicie, pero aun así el sujeto es influenciado por las manifestaciones del contexto en cuestión.
En el Nuevo Testamento encontramos al mejor modelo de empatía que podamos considerar: Jesús de Nazaret. En las lecturas de algunas narrativas neotestamentarias se puede ver a Jesús atendiendo varias situaciones que requerían de la capacidad comunicativa y de tacto que Jesús poseía. En diversas ocasiones Jesús hacía contacto con personas que la sociedad judía marginaba, ya fuera por condiciones sociales o de salud que eran consideradas impuras. Su sensibilidad hacía del encuentro uno sanador y de humanización. Por ejemplo, tras su encuentro con los leprosos y con las personas de dudosa reputación, los pecadores y demás personas que vivían al margen de la sociedad judía podían sentirse amadas y respetadas por la acción de misericordia que Jesús les manifestaba.
Otro ejemplo en el Nuevo Testamento lo es el de la mujer samaritana (San Juan 4:1-42) en donde vemos a Jesús teniendo un diálogo muy interesante con ella en el pozo de Jacob. Jesús puso en práctica el Curso de Empatía 101. La relación de samaritanos y judíos no era la mejor, por lo que cuando Jesús le pidió agua ella le respondió despectivamente tratando de imposibilitar cualquier oportunidad de diálogo, pero lo importante es que Jesús logra la conexión y empatiza con la samaritana. Cuando nos conectamos con las personas logramos un gran avance para humanizarlas y dignificarlas.
A continuación quisiera compartir cinco características de la empatía que se encuentran en el artículo de Rivero Guzmán.
- Saber escuchar: A las personas empáticas les gusta establecer relaciones enriquecedoras.
- Comprender al otro: La empatía también supone la capacidad de comprender los sentimientos, emociones e ideas de la otra persona.
- Identificarse con el otro: Una persona empática puede ponerse en la situación emocional del otro y entender de manera profunda sus sentimientos, miedos y creencias.
- Ser solidarios: Una persona empática tiene una elevada sensibilidad hacia lo que siente o padecen las otras personas. Es la disponibilidad de ayudar al otro en su necesidad.
- Ser respetuosos: Implica respetar al otro en sus sentimientos, ideas, conductas y decisiones.
No todo el mundo tiene ese don de conectarse y de tener la sensibilidad de comprensión hacia los sentimientos de las demás personas. Quien posee esta fascinante cualidad no solamente se conecta, sino que entiende lo que siente la persona en necesidad. Estamos en un mundo donde lamentablemente vivimos nuestras vidas independiente de lo que le sucede a nuestro prójimo. La misma situación de la pandemia con el distanciamiento físico, necesario para nuestra salud, poco a poco ha ido gestando actitudes enajenantes en las personas. De ninguna manera podemos permitir que el estado de situación que nos ha tocado vivir se prolongue más allá cuando volvamos a una supuesta normalidad. Necesitamos mantener la comunicación, aunque a distancia para no dejar morir la humanidad que llevamos por dentro.
Referencias:
Guzmán, A. M. (2019). Empatía, el arte de entender a los demás. Universidad de San Simón. https://www.researchgate.net/publication/344251685_Empathy_the_art_of_understanding_others
Márquez, M., Pérez-López, B., & Pinto-Fernández, I. (2008). Empatía: Medidas, y teorías y aplicaciones en revisión. Anales de Psicología, 24(2), 284-298. https://www.um.es/analesps/v24/v24_2/12-24_2.pdf
Richaud, M., Filippetti, V., & López, M. (2014, enero-abril). Empatía: Desde la percepción automática hasta los procesos controlados. Avances en Psicología Latinoamericana, 32(1), 37-51. http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1794-47242014000100004&lng=en&nrm=iso&tlng=es